sábado, 6 de junio de 2020

Un día en la barri y la cigüeña (I)



De un lado a otro, pared y barandilla. Bajando de tres en tres los escalones del 3º b del bloque 11 de la Barriada del Rosario. La barri. El sonido de los golpes que producía la palma de mi mano contra el metal y contra la pared posiblemente levantaría a algún vecino esa mañana de sábado de junio. Siempre sentía miradas al bajar desde el tercero, que en realidad era un cuarto porque el bajo estaba en alto. Exactamente 57 escalones. Miradas que podrían provenir de cualquier mirilla de las puertas donde las marujas consumían todos los secretos de la vecindad. Lo último que miraba siempre antes de salir a la calle era el cuadro de la virgen que estaba en el rellano del bajo. Sin ser muy católico, era como recibir la bendición antes de salir cada día a una nueva aventura.

- No veas lo que tardas Antonio. Vamos ya que llegamos tarde. Qué siempre eres el último. – Mi amigo Manolo me esperaba jugando en las barandillas que estaban en frente del bloque de mi casa, las cuales separaban la acera de la carretera. Aun con legañas en los ojos, pero con muchas ganas de aventura.

Para unos niños de 10 años el verano siempre se presentaba como una temporada excitante en donde teníamos plena libertad para recorrernos las calles desde buena mañana hasta incluso más allá del atardecer. Las farolas era nuestro toque de queda. Cuando las farolas se encendían ya teníamos que estar recogidos. Teníamos libertad, pero libertad de verdad. Nuestros padres no tenían ningún temor de tenernos jugando en la calle durante todo el día. –Eres un callejero niño-. Me decía mi madre cuando me bebí de un trago el vaso de leche para poder salir a la calle.

Nosotros éramos de la barriada del Rosario. De la barri. Pero pasábamos mucho tiempo en la cigüeña. La gente de la cigüeña eran como nuestros más fieles aliados. La cigüeña y la barri siempre han estado unidos. De hecho, la torre de la cigüeña se encuentra casi en zona limítrofe con ambas. Si alguien te preguntaba de dónde eres, tu decías de la barri o de la cigüeña indiferentemente. Se tenía ese sentimiento. No había rivalidad.

Casi entrando en la cigüeña Manolo y yo vimos a Manuel Ángel, “Manulange”, como diríamos nosotros con nuestro acento breñero. Manuel Ángel estaba comprando cromitos en el quiosco de Antonio. Justo en el banco de al lado se encontraba Pepe fumando un puro y con sus gafas oscuras tipo aviador al lado de su perro, un mastín que de lo viejo que era siempre estaba tumbado al lado de su dueño esperando que le tirase alguna miga de lo que él comiese. Ni perseguir la pelota quería. Pepe estaba amenazando a los niños con su bastón en alto, que como le dieran un pelotazo les iba a pinchar el balón. Nosotros ya habíamos aprendido la lección cuando Antonio el quiosquero con la ayuda de Pepe nos quitó un balón y se lo metió dentro de su quiosco.

- Antonio dame suerte a ver si me tocan fichajes o al menos dame Ureña que es el que me falta del Betis – le decía Manuel Ángel al quiosquero. No tardó ni un segundo en tenerlo entre sus manos para comenzar a abrirlos.

- No te va a tocar nada. ¡Vaya si eres tonto! Lo has abierto al revés y eso es mala suerte-. Francisco José gritaba a su hermano mientras se reía en un tono burlesco.

- Tú que sabrás, no tienes ni idea, te voy a meter una piña como no te calles -. La mirada de Manuel Ángel era desafiante. Ya habrían tenido algún que otro pique en su casa seguramente. Él era el hermano mayor. A los hermanos mayores siempre se les respetaba mucho.

Francisco José y Manuel Ángel tenían uno y dos años más que yo. Manolo tenía mi edad. La diferencia de edad era importante para muchas cosas, marcaba el primer status. Los hermanos podían pelearse y meterse (así es como llamábamos cuando se decían insultos) los unos con los otros, pero en cuanto algún otro tratase de meterse con alguno de los hermanos, entonces ya sí actuaban como pack para defenderse entre ellos. – Con mi hermano sólo me meto yo-. Habré escuchado mil veces está frase.

Detrás del quiosco se encontraban varios jugando a los cromitos a la sombra del quiosco. Entre ellos estaba el hijo del quiosquero. Todos gritaban cosas como “paga la banca” o “paga papelitos nuevos”. Aunque realmente siempre eran los cromitos más antiguos y usados los que se apostaban. Todos tenían un taco de estampitas en sus manos y las apuestas normalmente eran de uno o dos cromos. Nadie quería ser la banca salvo el hijo del quiosquero quien curiosamente tenía el taco de cromos más grande.

- ¿Dónde estabais? - Nos preguntó Francisco José.

- El cabeza que no veas lo que tarda, seguro que estaba jugando al Pokemón que vaya vicio que tiene a la Game Boy. – Respondió Manolo con cierto tono de cabreo por haber tenido que esperarme.

- Illo esperadme que voy a jugar unas partidas a los cromitos. Ya veréis como rucho a esta gente en dos minutos-. Comentó Manuel Ángel mientras veía que no le había tocado ningún cromito interesante y le tocó repetido de nuevo Van Gaal.

- No seas tonto Manuel Ángel, no ves que ese se prepara los puros y por eso siempre gana -. Le dijo Manolo. Hace unos días él había perdido un buen taco de cromitos jugando con ellos. Por eso tenía ese tono de enfado. Juró que ya nunca más jugaría con ellos por fulleros.

Decidimos irnos para el arroyo. El colegio Miguel Hernández o el colegio de la cigüeña como era conocido se encontraba justo en frente del quiosco. La parte de los patios daba a la huerta del Viti y a mi bloque. Y la parte trasera al circuito de motocross de tierra justo antes de llegar al arroyo. Todo el suelo de aquella zona era arena, no estaba nada edificado.

Saliendo del colegio se encontraban muchos trabajadores desmontando el escenario de la verbena del colegio que fue la noche anterior. A mí me tocó bailar con mi clase la canción “Follow the leader” pero íbamos vestidos de flamenco con un pañuelo azul de seda el cual agitábamos mientras íbamos de derecha a izquierda siguiendo al líder y a las maestras Conchita y Pepita que se encontraban debajo del escenario dando instrucciones. La historia de las verbenas estoy seguro que aparecerá de nuevo más adelante.

El plan del día era empezar la construcción de un puente con cañas para poder cruzar el arroyo. Aparte del puente también queríamos una cabaña. Era como la rutina de todos los veranos. No había verano sin tu cabaña y tu puente para cruzar el arroyo. Más allá del arroyo no había nada interesante por lo que tener que construir el puente, pero eso no era lo importante. Antes de meternos manos a la obra yo me había empeñado en buscar ranas y para ello teníamos que levantar todos los husillos camino al arroyo. Encontramos muchísimos caracoles y algunas ranas, pero como eran muy pequeñas decidimos dejarlas y no jugar con ellas. La noche anterior mi caracol fue el vencedor en la carrera de caracoles que hicimos.

- ¡Quedarse quieto! ¡No moverse! -. Gritó con un tono bastante asustado Manuel Ángel.

En unos instantes aparecieron más de una docena de galgos corriendo a una velocidad endiablada alrededor nuestra. Ni respirar queríamos. Quedarse inmóvil era la mejor opción. Y esto no los enseñó Fernandito, otro de nuestros amigos, que un día salió corriendo queriendo escapar y se fueron todos los galgos detrás de él. Nunca íbamos a ser más rápidos que ellos. Se oyó un fuerte silbido de lejos y todos los galgos volvieron con el galguero. Nunca podría acostumbrarme a ello y eso que nunca he tenido miedo a los perros. Muchos días nos lo pasábamos jugando con Joda, el gran danés del conserje del colegio. Un perro que más que un perro parecía un dinosaurio para niños de apenas diez años.

Ese año las cañas tenían unas manchas blancas bastante raras. Y muchas de ellas estaban podridas, se rompían con mucha facilidad. Francisco José decía que eran como piojos. Nosotros la verdad que no le prestamos mucha atención y seguimos construyendo como si nada, aunque muchas de las cañas tenían ese color raro. El olor a cieno del arroyo algunas veces era insoportable, sobre todo esos días de calor. Las horas pasaban demasiado rápidas entre las cañas. Éramos felices con muy poco. No necesitábamos nada más.

Al vivir en un tercero, yo podía ver si mi madre se asomaba a la ventana incluso desde el arroyo de la cigüeña. Aunque no la viese, sus gritos a mi nombre desde el balcón los podía escuchar desde más allá del campito de fútbol que había al lado del arroyo. Era la hora de la comida. Mientras volvía a mi casa, toda persona que me encontraba en el camino me decía que mi madre me estaba llamando. La familiaridad de todo el mundo en las barriadas en los 90 era odiosa y querida a partes iguales. Muchas veces me preguntaba por qué no se meten en su vida y después en otras tantas echaba de menos esa cercanía. El marujeo de vecindario.

A la tarde tocaba partido de fútbol. Nunca justo después de comer porque era imposible salir con ese sol a esas horas. En el fútbol yo nunca era de los primeros en ser elegido. Normalmente siempre se elegían a los más grandes, más que por ser buenos jugadores, simplemente por ser más grandes y líderes. No podías dejar al grande ser elegido en las últimas posiciones. Alguno de los más malos se ofrecía como portero para no ser elegidos al final, lo cual era la mayor de las vergüenzas deportivas que un niño podía tener.

En las manos teníamos bastantes heridas de por la mañana haber estado jugando con las cañas. Y después por la tarde, todos teníamos las rodillas medio ensangrentadas, porque jugar al fútbol en albero duro es lo que tiene. Menos mal que era verano y no íbamos con chándal porque si no ya necesitaríamos un nuevo parche. Como de costumbre, alguien dijo eso de quién meta gana porque ya estaba anocheciendo, a pesar de que mi equipo iba ganando por siete u ocho goles. Dijimos que no queríamos, pero el dueño del balón era del otro equipo por lo que decidimos jugarlo finalmente con esa regla. De un fuerte pepinazo, mi equipo perdió a pesar de que Manolo no paraba de quejarse porque decía que había sido alta, que era imposible que el portero llegase tan alto. Al final quedamos en empate y por supuesto quién lanzó el pepinazo fue a buscar el balón.

De vuelta a la plazoleta de mi bloque me encontré a las marujas, entre ellas estaba mi madre, hablando en el banco. Cuando yo las veía a todas las mujeres mayores juntas siempre pensaba que estaban tramando un plan súper secreto cuando en realidad lo único que hacían eran contarse los chismorreos de unos y otros. De hecho, ese grupo de mujeres sabían todo acerca de mi vida.

- Niño, ven por favor y dale una patada a la farola que se ha apagado la luz. - Me dijo uno de las mujeres. Tras darle la patada y volver la luz, me quedé sentado en el suelo tomando el fresco y observando curiosamente a las hormigas junto a mi madre y las marujas que seguían contándose sus historias. Estaba cansado pero contento. En esos momentos era feliz y no lo sabía.

sábado, 28 de septiembre de 2013

¿Vale todo en el mundo de la política?


Antes de entrar en materia, me gustaría explicar el motivo del presente artículo. El motivo capital es crear debate político (aunque para algunos este tema se encuentre mas que trillado), pero esta vez se enfocará desde una perspectiva cuyo objetivo principal será la provocación al lector, provocación que se hará mediante la formulación de una serie de cuestiones en las que debatiremos si debe primar lo que se hace mediante un acto políticamente correcto o si por el contrario este debe ceder a una justificación legal realizándose bajo los instrumentos jurídicos oportunos y vigentes en el momento de dicha realización.

También abordaremos el tema que puede recogerse en la siguiente pregunta: ¿Existe el respeto político, entendiéndose como tal el respeto que debe guardarse hacia el “contrincante" o "adversario”? ¿Queda justificado la descalificación o incluso los comentarios insidiosos vertidos contra las siglas de partidos contrarios o la de sus representante?

sábado, 8 de junio de 2013

Ayudemos a Francis Campos


Francis Campos es un vecino de Brenes que reside en Barcelona por motivos de trabajo. Tiene un reto que va más allá de participar en el Maratón de Frankfurt. Es una ilusión, una meta, un sueño que le acompaña en cada despertar y que ha recordado continuamente al correr en las frías noches en el Río Besós, al norte de la Ciudad Condal.

Francis está concursando en un evento que se llama “Reto Frankfurt”, de La Bolsa del Corredor (Diario Sport) para poder tomar la salida de la BMW Frankfurt Marathon 2013. Dentro de este concurso ha pasado entre los 68 semifinalistas, y compite junto a otros 44 hombres por 10 puestos en la final. Representa con entusiasmo a su pueblo, Brenes, donde tantas veces ha corrido por sus calles.

Os animo a que le deis la oportunidad de cumplir su gran Sueño. Gracias a vuestro VOTO podría tomar la salida en esta Gran Experiencia y recordará al cruzar la meta que le ayudasteis a hacerlo con vuestro apoyo.

No olvidéis marcar “Me gusta” tras el VOTO para que se actualice.
https://apps.facebook.com/easypromos-premium/voteme/15376/615242115

sábado, 11 de mayo de 2013

Objetivos cumplidos del ayuntamiento


En nuestro pueblo todo el mundo sabe en qué fallamos y en qué podemos mejorar. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta. Entonces, ¿Cómo se producen todos esos avances positivos? Lo primero es querer. Si quieres hacer algo, lo vas a hacer. No vas a tener ningún problema en realizar una acción de mejora porque nadie irá a contracorriente a pesar de que esa mejora provoque otros problemas. Nadie mirará los problemas posteriores. O si no, échenle un vistazo a nuestra deuda. Y lo segundo, las prioridades, las dichosas prioridades. Qué queremos, ¿Esto o lo otro?

A continuación desgranaré tres objetivos que nuestro ayuntamiento ha cumplido con mayor o menor solidez pero ha cumplido.

viernes, 26 de abril de 2013

Descanse en paz Maestro Javier


Esta mañana la sirena del colegio no ha sonado. Los niños no han entrado entre golpes y voces al colegio de la Cigüeña. Mi colegio. Hemos recibido la fatídica noticia de que nuestro joven maestro de educación física Javier ha fallecido a los 42 años de edad. Mañana sábado 27 de abril a las 10:00 de la mañana será la misa en el tanatorio de la S-30. No tenemos información aún si se hará una misa en Brenes.

Todo niño que pasó por este colegio siempre lo recuerda con una grata sonrisa. Miles de enseñanzas que nos dejó perdurarán en el tiempo. Muchas gracias maestro por tus 18 años de dedicación a nuestro pueblo. Muchas gracias por todos los valores que nos transmitiste a través del deporte.

Tus alumnos siempre te recordarán. Descanse en paz.

viernes, 5 de abril de 2013

¿Cómo debe gestionarse el deporte en un pueblo?


La respuesta a esta pregunta seguro que se la están haciendo muchos de nuestros dirigentes en estos días debido a los continuos problemas que están teniendo con el fútbol. No tengo mucha información del tema puesto que nadie quiere ofrecerse a difundirla. Demasiada incertidumbre. Por lo que trataré en este escrito de describir brevemente y muy por encima como se debería (o así lo haría yo) gestionar el deporte en un pueblo monetariamente.

Para empezar deberíamos hacernos una pregunta sumamente fácil, ¿Mejora cualitativa o cuantitativa? Para haceros una idea, voy a poner un supuesto. El ayuntamiento tiene tanto dinero para destinar a un club. Ese club tiene dos opciones: tener al equipo en 3ª división o poder sufragar los gastos para 500 niños más. Con ese dinero debes elegir. Entendemos que los gastos indirectos que genera cualquier club de la localidad son minúsculos y más aun si lo comparamos con la ilusión de un mocosillo que lanza su primer tiro a canasta o le pega una patada a la pelota.

lunes, 11 de marzo de 2013

Éxito del desfile de moda


La experiencia es un grado dicen. Nuestro Ayuntamiento está aprendiendo de los éxitos pasados para convertirlos en súper éxitos futuros. Lo comentamos en ‘dos veces bueno’ y lo volvemos a reabrir gracias a la altísima participación del último desfile de moda de Brenes.

El sábado pasado se celebró en el Juncal un nuevo evento destinado a las tiendas de moda de nuestro pueblo. Se corrigieron errores del pasado como el designar campeones en un acto donde nadie pierde y todos ganan. Muchas sonrisas hubo en la pasarela a pesar de la mala suerte que tuvieron algunas de las participantes.